Embarazo, COVID-19 y vacunas; del problema a la solución.
El embarazo, ese instante en la vida que cambia todo para siempre y el cuerpo de la mujer se convierte en el hogar de una nueva vida, de un nuevo amor. Es un momento donde las prioridades cambian y nuestro cuerpo, también. Momento en el que piensas en lo que comes, en lo que bebes o en lo que haces solo con la idea de proteger a ese ser que crece en tu interior. Por eso, esta pandemia, para las embarazadas y sus familiares ha sido especialmente preocupante, ante tantas dudas y desconocimiento de este virus que vino a poner nuestro mundo del revés.
Recuerdo que en los primeros meses lo que más se leía es que la mayoría de las mujeres superaban la enfermedad de manera asintomática y sus embarazos no se veían afectados, pero ahora con el tiempo y con estudios más completos no se está observando exactamente eso.
En general, al igual que para el resto de la población, el riesgo de padecer problemas graves tras la infección por SARS-CoV-2 es bajo, pero la situación de embarazo aumenta las probabilidades de complicaciones si lo comparamos con el resto de la población. No es un agravamiento tal y como pueden tener las personas con patologías previas graves, pero el embarazo es una situación peculiar que puede agravar los efectos de este virus en algunas situaciones.
Pensad que el cuerpo de la mujer se somete a cambios hormonales, a una mayor demanda de nutrientes, oxígeno, insulina, y otros muchos cambios que ponen al organismo en una situación muy distinta a la que encontramos en condiciones normales.
Las mujeres embarazadas parecen tener mayor probabilidad de desarrollar complicaciones respiratorias y acabar necesitando la utilización de un respirador en cuidados intensivos. Si a esto le sumamos enfermedades como la diabetes, hipertensión o problemas cardiovasculares, la probabilidad de esto se multiplica.
Un último estudio, llamado INTERCOVID, analizó a más de 2000 embarazadas de 18 países comparando las que fueron diagnosticadas de COVID-19 (706 mujeres) frente a las que no padecieron esta enfermedad (1424).
Las conclusiones de este estudio fueron que las mujeres embarazadas con COVID-19 tienen más riesgo de:
- Padecer preclamsia (aumento del riesgo en un 5-8%). La preclamsia se caracteriza por la aparición de hipertensión y problemas a nivel de hígado o riñón cuyas causas aún se desconocen en detalle, pero hay factores genéticos, nutricionales, ambientales o cambios hormonales que pueden provocarlo.
- Infecciones graves con necesidad de ingreso en UCI y respirador (5 veces mayor). Un aumento de la demanda de oxígeno por parte del organismo, además de la situación de estrés hormonal y el aumento de peso y volumen, hace que las embarazadas puedan sufrir más los efectos a nivel de sistema respiratorio que provoca este virus, porque necesitan “respirar más”.
- Partos prematuros (aumento del riesgo en un 9-18%). Normalmente los casos se producen por necesidad de intentar salvar la vida de ambos cuando la enfermedad se complica demasiado.
- Muerte perinatal (desde las 28 semanas de embarazo hasta la primera semana de vida), neonatal (desde el nacimiento hasta los 28 días de vida) o de la propia gestante. Estos casos también son producto de la aparición de síntomas graves que comprometen la vida de la madre y por lo tanto también la del bebé.
En esta figura se muestra el porcentaje de mujeres embarazadas respecto al total frente a la semana de gestación. En color negro veis las embarazadas sin COVID-19, en naranja las positivas para COVID-19 asintomáticas y en azul las que padecieron síntomas. Si os fijáis, la curva azul está desplazada hacia la izquierda con respecto a las otras dos, lo que indica que las mujeres con síntomas tuvieron a sus hijos antes que aquellas que fueron asintomáticas o no se encontraban infectadas por SARS-CoV-2.
Mientras en la curva naranja y en la negra las mujeres embarazadas comienzan a disminuir (porque tienen a sus bebés) drásticamente entorno a las 37-38 semanas, en el caso de la curva azul, que se corresponde con las sintomáticas, la bajada comienza entorno a la semana 33-34 de embarazo. Este resultado es el que lleva a la conclusión de que se produce un aumento de riesgo de partos prematuros en las mujeres que padecen la enfermedad de la COVID-19.
Cabe destacar, que a pesar de que el riesgo es mayor, en valores absolutos, el numero de embarazadas con estas complicaciones fue muy bajo.
Además, como dato curioso, de las 706 mujeres positivas, 54 de sus bebés recién nacidos (el 13%) fueron positivos en la PCR para SARS-CoV-2, sobre todo en partos por cesárea, lo que indica que la transmisión muy probablemente sea externa y no en el útero. Con estos resultados, los investigadores concluyen que las embarazadas son un grupo de riesgo y se les debe vigilar de cerca en estas situaciones para evitar posibles complicaciones.
En Brasil, desde el gobierno se ha recomendado a las mujeres intentar evitar el embarazo en esta situación en la que la transmisión es muy alta y donde están observando que la nueva variante del coronavirus puede provocar con mayor probabilidad la aparición de trombos en embarazadas y, por lo tanto, sufrir consecuencias graves. El número de muertes en embarazadas este año se ha duplicado en Brasil frente a las del año pasado. Otro estudio publicado por el CDC (Centro de Control de Enfermedades de EE.UU) realizado en concluyó, tras estudiar a 400.000 gestantes, que las embarazadas tienen hasta el doble de probabilidad de necesitar cuidados en la UCI y ventilación mecánica, y por lo tanto de morir.
Con todo esto sobre la mesa, ¿se debería priorizar la vacunación de las mujeres embarazadas?
En cuanto a datos de vacunación, aún son escasos. Pero los que tenemos a día de hoy indican que las vacunas son seguras y por lo tanto, si se confirma con más datos, las embarazadas deberían ser un grupo prioritario de vacunación siempre teniendo en cuenta la decisión individual de cada mujer con total libertad.
Os muestro los últimos datos publicados en The New England Journal of Medicine que se obtuvieron de la vacunación con Pfizer y Moderna en Estados Unidos desde el 14 de diciembre hasta el 28 de febrero de este año. Se analizaron las reacciones post-vacunación de un total de 35.691 mujeres embarazadas y sólo encontraron que el dolor en el lugar de la inyección era más común en las embarazadas que en las que no. En cuanto a complicaciones del embarazo, las proporciones de muertes perinatales y partos prematuros fueron las mismas que en embarazadas en condiciones normales (previas a la pandemia).
También se informaron de 46 casos de aborto espontáneo, los cuales aún no se ha demostrado su causa, y por lo tanto, se necesita investigar con más, sobre todo en el primer trimestre de embarazo donde se detectó la mayor parte de estos abortos espontáneos
A día de hoy, la OMS sigue aconsejando que la vacunación de las embarazadas debe ser valorada de manera individual y poniendo en una balanza los riesgos y los beneficios (factores de riesgo previos, exposición al virus, situación personal…) y siempre bajo la LIBERTAD de la mujer de decidir finalmente si se le administra o no.
Disponemos de datos, pero no suficientes para dar una valoración definitiva y clara, por lo que por ahora lo más prudente es seguir las medidas de protección, seguir vacunando a toda la población que se haya demostrado que es seguro, y de este modo proteger a las embarazadas o a la población que no puede, aún, recibir su vacuna.